miércoles, 28 de febrero de 2018

CIRUGIA: primera parte

El 1° de noviembre, mi hijo Alejandro me pasó a buscar para ir al Hospital Garrahan y acompañar a Pablo y Sonia en las horas de espera mientras duraba la operación.

Cuando llegamos al hospital, nos encontramos con un obstáculo: no dejaban ingresar al sector de espera de la sala de cirugía más que a los padres del paciente. Sin embargo, haciendo algunos malabares, conseguimos llegar hasta allí, donde nos reunimos con mi hijo, mi nuera, mi nieta Belén, la hija y una hermana de Sonia, que habían viajado con ellos a hora muy temprana. En el ancho pasillo con bancos a ambos lados, parejas de padres con rostros angustiados, algunos de ellos acompañados por un hijo  pequeño, aguardaban el resultado de las operaciones que les estaban haciendo a alguno de sus hijos.

La operación había comenzado alrededor de las once de la mañana, porque el proceso de preparación había resultado más complicado de lo esperado. Los médicos adelantaron que la cirugía llevaría alrededor de seis horas, por lo tanto, la espera se hacía difícil e interminable en aquel pasillo colmado de rostros ansiosos y afligidos. Por esta razón, mis dos hijos, mi nieta y yo salimos a comer algo en un pequeño local de comida rápida, cercano al hospital.

Al regresar, Pablo alentó a Sonia y el resto de la familia a hacer lo mismo y ellas también se fueron. Pero alrededor de las dos y media de la tarde, un médico abrió la puerta que daba acceso al sector de cirugía y llamó a mi hijo por el apellido. Alcancé a oír que el doctor le preguntaba a Pablo por la mamá del nene, él le explicó que había ido a comer algo, y luego vimos que se desarrollaba una larga conversación entre el médico y mi hijo, que veíamos a través de la puerta del vidrio, sintiendo que la ansiedad y el temor comenzaba a desbordarnos. Mi nieta Belén se apresuró a avisar por whasap a Sonia de lo que estaba ocurriendo, y en pocos minutos ella y sus acompañantes estaban de vuelta; ni siquiera habían alcanzado a comer un bocado. Cuando mi hijo anunció que el cirujano había decidido suspender la operación debido a la gran cantidad de sangre que Juan estaba perdiendo y que pensaba continuar en cuanto lograran que se repusiera, después de unos días de internación en terapia intensiva, Sonia lo tomó muy mal la noticia. Insistía en reiterar que no iba a dejar que su hijo volviera a pasar por este proceso, estaba realmente desesperada. Mi hijo, en cambio, se mostró más sereno y equilibrado, intentaba consolarla y darle ánimo, del mismo modo que la hija de Sonia, que trataba de hacerle entender que la suspensión de la cirugía había sido para bien de Juan y que la segunda parte sería menos arriesgada.

Solo quedaba esperar que Juan despertara de la anestesia y lo llevaran a Terapia. Mi hijo Alejandro y yo, por casualidad, estábamos ubicados justo frente a la puerta por la cual sacaron a mi nieto de cirugía.
Estaba despierto. Alejandro se acercó a él para hablarle, también yo, y entonces vinieron corriendo Sonia, Pablo y el resto de la familia.
Juan miró a su madre y le dijo, con una sonrisa breve: "Te amo..."
Era su costumbre, cada vez que se separaba de sus padres para ir a la escuela, o cuando alguno de ellos salía y él se quedaba en la casa, siempre decía estas palabras. Nunca dejaba de reiterarles su amor.

Después, lo llevaron en el ascensor, junto a sus padres, y nosotros nos emprendimos el camino de regreso a casa. Me sentía aliviada, porque había visto a mi nieto despierto, sonriendo, cariñoso, como siempre, y esto me había hecho pensar, una vez más, que iba a salir bien de la operación.

(En la imagen, mi nieto en el hospital, antes de internarse)

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