Luego de la frustrada cirugía, mi nieto estuvo varios días con tos y dificultades para respirar, pero cuando pudo recuperarse, deseaba volver a la escuela, a pesar de que tenía permiso para cursar desde su casa, debido a su problema de salud.
Sus compañeros le llevaban la tarea, pero una tarde me sorprendí cuando fui a visitarlo y lo encontré con varios de sus compañeritos de clase. Creí que habían ido para ayudarlo a entender algunos de los temas tratados los días que él no había asistido a clase, pero no, era al revés: los chicos habían ido para que él les explicara esos temas, porque los había entendido mejor que ellos. Es que era muy inteligente mi nieto.
Por su obra social, tenía un acompañante terapeútico, un joven que asistía a diario a su casa para acompañarlo, para ir conociéndolo pues sus funciones serían principalmente cuando Juan regresara a su casa, luego de la operación de columna. También estaba previsto que le instalarían en su dormitorio una cama ortopédica y todos los elementos necesarios para que pudiera permanecer en reposo hasta su recuperación. Pero eso habría de ser cuando se concretara la cirugía.
La fecha era incierta. Los especialistas del Garrahan decidieron que sería mejor suspenderla hasta entrada la primavera, para asegurarse de que no hubiera ninguna epidemia en curso entre la población infantil y asegurarse de que hubiera lugar en terapia intensiva. Finalmente, la fecha se fijó para el 1° de noviembre, fecha que coincidía con el primer cumpleaños de mi bisnieto Bruno, hijo de Camila, la hija mayor de Pablo. Pero esta vez, Sonia y Pablo ni consideraron la posibilidad de suspender la cirugía por el cumpleaños, porque no querían seguir esperando, en vista de que se planteaba como imprescindible para "mejorar la calidad de vida" de mi nieto.
Mientras tanto, él continuaba participando en las competencias de hip hop, siempre rodeado del afecto de sus amigos y compañeros de grupo. Por internet, tenía también amigos con los que practicaba el portugués, que era uno de los tres idiomas que aprendía en la secundaria con orientación en lenguas.
En el mes de octubre, mi pareja desde hace tres años -que se llama Pablo, como mi hijo- y yo realizamos un viaje que teníamos organizado desde hacía largo tiempo: fuimos a Torrevieja, España, donde vive mi hija Laura, su esposo y mis nietas, pero además de visitarla aprovechamos para recorrer algunos lugares cercanos a esa ciudad y otros sitios turísticos.
Mientras estuvimos allí, mantuve mi contacto con mi nieto, que continuaba dándome sus inteligentes consejos, como: "Abue, tratá de disfrutar todo lo que puedas y hacé solo las cosas que te gustan...".
El 16 de octubre, cuando él cumplió 17 años, yo estaba en el otro lado del mundo. En el futuro, este hecho habría de ser motivo de culpa y tristeza para mí, pero en ese momento Juan me contaba de los festejos con sus amigos y familiares, que se prolongaron durante varios días y lo hicieron sentirse cansado, me comentaba por whasap.
Recuerdo que le pregunté cómo se preparaba para la cirugía y me dijo que estaba tranquilo, pero "mamá y papá están como locos y no los aguanto más, jejeje...".
El se interesaba por mi viaje, me hacía preguntas, y cuando le envié imágenes de las calles lisas, sin roturas, donde mucha gente se movilizaba en sillas de ruedas como la de él, se interesó mucho y luego, mi nuera habría de contarme que Juan había fijado como su próximo objetivo viajar a España.
Porque Juan siempre se ponía objetivos y ahorraba para poder realizarlos. En aquellos días previos a la cirugía, me contó que iba a comprarse la play 4, que tanto anhelaba, para lo cual había ahorrado durante meses, y que iba a participar en una competencia de hip hop en Giles, que era donde más le gustaba, "así que tengo otro motivo para estar contento". Ese era mi nieto. Siempre hallando el lado positivo, el lado bueno, el motivo para ser feliz, a pesar de sus dolores, de las limitaciones que le imponía su discapacidad y de la amenaza que encerraba la próxima cirugía.
Uno de los regalos que le traje de España era un juego para su Play 4, que él recibió con alegría, porque, según me explicó, era la primera parte del juego que había venido junto con la Play y que no podía jugarlo porque le faltaba el comienzo. Me dijo que cuando volviera de la cirugía y estuviera repuesto, iba a poder jugar el juego completo. Estaba contento y yo, feliz de haberle dado esa alegría. Había en él una certeza tan firme de que todo iba a salir bien, que había logrado transmitirla a toda la familia. Al menos, en apariencia.
(En la fotografía, mi nieto con sus padres, Pablo y Sonia, antes de internarse para la operación)
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